La visita al sorprendente Wat Rong Khun en Chiang Rai, nos permite abordar una de las diferencias fundamentales entre el Animismo y el Budismo, en concreto sobre la manera de entender el comportamiento de los seres humanos y sus consecuencias.
Previo al acceso al templo principal mediante un puente hay un foso cuyo contenido genera como mínimo un fuerte desasosiego.
¿Qué significan todas esas manos implorando con gestos de angustia?
Con la libertad que ofrece el autor una vez expone su obra, podemos aventurar una lectura budista en la que el foso representa el reino de los espíritus hambrientos.
Un lugar que recuerda al purgatorio cristiano representado en la parte inferior de la rueda de la ley, en el que se sufre mucho y al que se llega como resultado de una vida con demasiadas acciones inmorales, decisiones personales en aquellos momentos en los que sí pudieron elegir. La ley del Karma.
La interpretación animista nos la ofrece nuestra colaboradora Ked.
Ella dice que son las manos de los que no tienen quien les cuide una vez muertos. No tienen padre, ni madre, ni hijos, ni novio, ni esposa, ni amigos que vayan a los templos a cuidar de sus almas. Así que no les queda otro remedio que pedir por sí mismos.
En el primer caso (Budista), es el resultado de un comportamiento personal negativo en vidas pasadas y dentro del curso de sucesivas reencarnaciones. Todos tendrán una nueva oportunidad.
En el segundo caso (Animista), es el fruto de unas circunstancias muy desfavorables en la tierra, en gran medida ajenas al comportamiento que desplegaron en el mundo de los vivos, y que ahora se proyectan directamente en el submundo en el que se encuentran. Una pena.
Interesante ¿no?